jueves, 22 de abril de 2010


Las palabras cuando llegan te despiertan. Las palabras pueden distraer, engañar.
Son pensamientos que se convierten en acción.
Las palabras provocan, inquietan, movilizan. ¿De quién son las palabras que decimos?
¿De qué sirven las palabras si uno las dice y nadie del otro lado las recibe?
¿Qué valor tiene una palabra si nadie la escucha?
Sin palabras no hay silencios. Y sin silencios no hay palabras.
Muchas veces no sabemos por qué callamos, y muchas más no sabemos por qué hablamos.
Estamos en silencio, guardándonos las palabras hasta que algo, alguien nos hace hablar. Y sin embargo muchas veces nos quedamos mudos.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero cuando una palabra tiene valor puede contener mil imágenes.
Uno no se da cuenta de todo lo que tiene para decir hasta que empieza a decirlo. Uno cree que las palabras dan respuestas, pero dan algo más poderoso: preguntas. Decir algo es muy potente, pero más potente aun es no decirlo. Porque el silencio también tiene palabras, pero son palabras guardadas, elegidas, que esperan pacientes el momento de ser reveladas.

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